Mi Experiencia Cercana a la Muerte (Spanish Translation of My Near-Death Experience)

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Update 1/19/19:  My memoir, Angels in the OR: What Dying Taught Me About Healing, Survival, and Transformation, can be pre-ordered now.  It is a #1 new release in several categories.  I would love it if you helped me make near-death experiences more mainstream.

**A very sweet actor from Mexico City offered to translate this section of my manuscript about my near-death experience into Spanish.  Please pass this on to anyone who might enjoy it.

***Este es un extracto de mi libro ya completado. Este pasaje cubre los primeros momentos que viví fuera de forma y lo que discerní durante mi experiencia cercana a la muerte.

Nadie, ni el ateo más comprometido, pudo haber estado más sorprendido que yo cuando viví mi experiencia cercana a la muerte. Los primeros momentos fuera de mi cuerpo se sintieron emocionantes y eléctricos y hasta mi espíritu bailó un poco al darme cuenta que sí había más existencia que la física. Me sentí como una niña de nuevo, alegre de ver qué seguía después y feliz de que mi cuerpo espiritual retenía la esencia de quien yo era; aunque obviamente estaba un poco preocupada sobre mi cuerpo físico que yacía en la plancha del quirófano.

Una música de soft-rock sonaba en la radio y en mi espalda había una incisión larga y sangrante. La cirugía que tuve fue mucho más brutal de lo que jamás imaginé, especialmente desde mi punto de vista tan completo en ese momento. La visión fuera de mi cuerpo era de 360 grados, así que logré percibir la sala de operación diferente a como la hubiera percibido estando parada físicamente al lado de mí misma. Podía ver por encima de los doctores el quirófano completo sin pestañear o depender de mis ojos. Fue ahí, en ese espacio con los doctores, enfermeras, técnicos quirúrgicos y otros que sentí una alegría y un asombro increíbles al entender que no todo muere con el cuerpo.

Después de disfrutar esa alegría por momentos, me percaté de que estaban conmigo dos de los seres más inteligentes que jamás había conocido. Eran muy largos, medían aproximadamente entre ocho y nueve pies (2.4 – 2.7 metros), andróginos, su pelo llegaba hasta sus hombros y estaban hechos más de luz que de forma sólida. Me refiero a ellos como ángeles sólo porque no tengo otro término que se adapte a lo que vi. Estos ángeles eran parte de mi nueva realidad aumentada y nada era un sueño o alucinación.

He tenido miles de sueños, pero esto era mucho más real que cualquier momento consciente que tuve en toda mi vida. En los sueños, quien sueña puede estar atrapado en un escenario que se siente real, pero durante el intervalo que estuve fuera de mi cuerpo sentí que logré ver la imagen completa o por lo menos una vasta conexión inteligente que nunca tuve mientras estuve en forma corporal. En la universidad consumí drogas en un par de ocasiones y las alucinaciones que experimenté fueron mucho menores, con muchas más sombras; nada como esta experiencia tan vívida. Tenía una completa lucidez y comprensión de que este punto de vista tan amplio y absoluto era más real que cualquier realidad que hubiera experimentado durante toda mi vida física.

La gente siempre quiere saber más acerca de cómo se veían estos ángeles. Me preguntan: “¿Tenían alas?”, “¿Portaban túnicas?”, “¿Cómo sabes que eran ángeles?”.

No sé si estos seres eran ángeles en el sentido tradicional, bíblico. Sólo sé que inmediatamente los reconocí como almas increíblemente inteligentes cuya presencia me dio una paz indescriptible. Mi propia conciencia sobre esta dimensión parecía mucho más limitada que la de ellos. Mucho de lo que comprendí fuera de mi cuerpo en la sala de operación llegó a mí como impresiones inmediatas, casi como cuando un niño siente o se da cuenta si un adulto es de confiar o no. Estos ángeles eran de confiar para mí y estaban ahí para ayudarme y confortarme así que no cuestioné su autoridad.

Me enviaron olas de luz intensa que además llevaban consigo muchos mensajes al mismo tiempo. Emitieron una luz desde sus ojos hasta mi cuerpo espiritual permitiéndome tener acceso a la información a una velocidad más rápida que de la banda ancha más rápida posible. Los mensajes me fueron dados en forma de pensamientos completos y sentimientos, no en palabras individuales. La sabiduría que ellos enviaron hacia mí no sólo me calmó, sino que además modificó la manera en la que percibí todo acerca de mi vida.

Estos ángeles, o mensajeros no sólo fueron capaces de interactuar con mi cuerpo espiritual; también fueron capaces de interactuar con los doctores, dicho de manera más importante, a través de ellos. Muy posiblemente, los doctores no se dieron cuenta de esta interacción. Entendí que mi conciencia, mi sentido del mundo y mi habilidad para experimentar alegría estaban creciendo exponencialmente momento a momento. Justo antes de que el monitor empezara a sonar indicando que mi corazón había dejado de latir, los ángeles bajaron la velocidad de su comunicación, me miraron fijamente y me dijeron con firmeza: “¡Mira esto!”

La misma luz que ellos habían lanzado hacia mi cuerpo espiritual hacía unos momentos la lanzaron hacia las espaldas de los doctores, luego a sus manos y de sus manos a mi cuerpo físico. Mi forma corporal fue instantáneamente modificada y sanada de una manera en la que los doctores jamás hubieran podido lograr por sí mismos. Observando esta luz fue que supe que recobraría la capacidad de caminar, que los fragmentos de hueso clavados en mi columna vertebral serían removidos y que me sentiría sana, viva y que hasta podría correr otra vez en el futuro. Los ángeles se habían volteado hacia mí dejándome comprender todas estas cosas.

Mientras los ángeles trabajaban en mi cuerpo, me di cuenta que los cirujanos eran conductos de la energía de estos ángeles y que esta energía era parte esencial de mi recuperación. Quizás el ego de los cirujanos no les permita escuchar o entender esto, pero también quizás si lo hicieran se empoderarían al reconocer que la energía espiritual trabaja a través de ellos. Yo por mi parte sólo sabía que tenía que recordar este momento de manera vívida. Los ángeles querían que yo entendiera que ellos podrían trabajar a través de mí en un futuro.

Los ángeles y los cirujanos continuaban sus esfuerzos cuando de pronto mi cuerpo físico tuvo un destello de luz y energía. Técnicamente había muerto y por ende ya no sentí ningún deseo de observar mi forma humana así que salí rápidamente de ahí atravesando las paredes del hospital, deteniéndome solamente por un momento al percibir a mi padrastro James. Mi madre se había casado con él mientras yo estaba en la universidad y realmente no había tenido la oportunidad de conocerlo bien. Sólo sabía que él había hecho a mi madre feliz y me sentía complacida al saber que estaban juntos.

Sabía que él estaba obsesionado con el tema de la salud, al igual que mi madre, así que me sorprendió mucho verlo comprando un dulce en la máquina de refrigerios del hospital. Compró un chocolate Snickers, por siempre uno de mis favoritos. Algunas veces durante la preparatoria me había escapado de clase sólo para comerme un chocolate Snickers. Pensé en ese momento que probablemente extrañaría algunas comidas en esta nueva existencia. No sé por qué pasé algún tiempo viendo a mi padrastro en ese momento, pero después fue justo ese detalle el que me sirvió como elemento verificable sobre mi experiencia fuera del cuerpo.

A pesar de que sabía que estaba dejando mucha gente atrás, me sentí libre, feliz y llena de paz como nunca había sentido estando dentro de mi cuerpo. La muerte no daba miedo, más bien se sentía -cual viaje internacional- una realidad llena de liberación, entretenimiento, emoción y cosas nuevas. Mi cuerpo espiritual se apresuró a través del hospital hacia el cielo nocturno que yacía sobre Austin. Pensé entonces en la plegaria semi-incrédula que hice durante mi transporte en la ambulancia. Pensé y me di cuenta de que ahora era libre y estaba volando, tal como el pájaro que vi fuera de la ambulancia justo antes de que cerraran la puerta.

En este nuevo espacio de libertad, experimenté un breve repaso de vida, como si estuviera hojeando un libro que ya había leído antes pero sólo viendo las partes más bellas e importantes. La Luz no quería que yo reviviera ningún dolor que otros o yo me hubiera causado. Todo el daño a mí misma, todo el auto-desprecio, toda inseguridad y confusión fueron perdonados por la fuerza más amorosa que jamás hubiera conocido. El miedo y la preocupación se volvieron invisibles, como una nube que se evapora durante el transcurso de un nuevo y brillante día. Estos conceptos fueron simplemente removidos de mí.

Después de este breve análisis, sentí una creciente comprensión y unidad con toda la gente que había conocido. Tenía veintidós años y hasta el momento no había sido una persona particularmente cruel o grosera. Más bien había sido tímida, insegura y había pasado mucho tiempo leyendo o perdida en mis propios pensamientos, solamente conectando con otra gente después de (erase the un) consumir un par de tragos. Quizás había decepcionado o hecho enojar a un par de personas pero a nadie le había hecho ningún daño profundo.

Pude ver dentro de las mentes de algunas personas con las que trabajé mientras fui mesera en Tres Amigos anteriormente durante ese año. Se preguntaban por qué no me había abierto e interactuado más con ellos. Yo había pensado cuando los conocí que no eran particularmente especiales o interesantes porque eran madres solteras o gente casada o personas mayores y no estudiantes de universidad de mi edad como yo. Nuestras únicas interacciones sucedieron alrededor de la máquina para hacer margaritas mientras rellenábamos vasos de polietileno de 16 onzas hechos para refresco y reíamos acerca de cómo la noche se volvía más llevadera y las propinas más generosas cuanto más los clientes y nosotros bebíamos.

Me di cuenta que había rechazado a mucha gente que no era como yo y que había fallado en darme cuenta que todo un mundo de conexión existía. Muchas veces sus hermosos corazones estuvieron preocupados por mí, preguntándose si quizás me encontraba deprimida o triste por razones que ellos no podían comprender. Su amabilidad fue una forma de amor. Reconocí que me había perdido, por lo menos, de un ambiente de trabajo mucho más placentero debido a mi exclusivismo y orgullo. Muchas veces, la gente más amorosa trabaja o vive justo al lado de nosotros e ignoramos sus luchas, sus esperanzas y la luz que contienen por culpa de nuestras propias inseguridades o nuestra arrogancia.

Después de haber experimentado esta conexión con algunos de mis compañeros de trabajo y otras personas, la Luz me regresó al tiempo de mi infancia. Era una niña linda e inocente (como son la mayoría de los niños) y estaba profundamente conectada con la naturaleza, hasta era capaz de atraer e influenciar a los pequeños conejos que estaban a mi alrededor para jugar con ellos en los arbustos afuera de mi casa. La Luz me mostró que todos necesitamos pasar mucho más tiempo con la naturaleza para sanar y volvernos más completos, más amorosos y más gozosos de la vida. Logré ver que la mayoría de la gente se desconecta de sus almas y se concentran únicamente en sobrevivir en lugar de disfrutar de la vida y jugar. La naturaleza puede ayudar a la gente a reconectarse con su sentido de gozo y asombro.

Si tuviera que resumir una lección principal sobre esta pequeña parte de toda mi experiencia cercana a la muerte, diría que Dios (o La Luz) es una fuerza amorosa que no quiere que las personas se lastimen las unas a las otras y que lo único que verdaderamente desea para nosotros es que disfrutemos nuestras vidas y seamos felices en ellas. El amor y la amabilidad son los más grandes regalos que podemos darnos los unos a los otros. Todos somos una parte de esa luz, pero a menudo olvidamos cómo amar por culpa del miedo.

Se nos olvida cómo caminar por este mundo como seres de luz. Todos estamos mucho más cerca de Dios cuando somos niños porque en nuestra inocencia, el amor nos viene de manera más natural. Somos alegres y brillamos cuando interactuamos con mascotas, mirando un pájaro volando en el cielo o mirando fijamente a los ojos de nuestros padres. Estamos enamorados del mundo y el mundo está enamorado de nosotros. La mayoría de nosotros respirábamos con mayor facilidad cuando niños; vivíamos con una conciencia mucho más abierta y extendida y, por tanto, sentíamos todo de manera más intensa.

Poco después de haber experimentado ese sentido de unidad y comprensión con los otros, pasé unos breves instantes en mi infancia con mi abuelo, Clyde. Él era la única persona cercana a mí que había fallecido antes de que yo tuviera mi experiencia cercana a la muerte. Un hombre humilde de campo que a pesar de sus carencias siempre hizo lo mejor que pudo para consentirme. Me invitó a subir a la parte trasera de su camioneta Chevy azul y manejó para llevarnos lentamente hacia la luz de Dios. Mis pies colgaban de la parte trasera de la camioneta y rozaban con el pasto en movimiento y tréboles brillantes. Era un pasto lleno de luz y mucho más intenso que cualquier pasto que hubiera conocido en la Tierra.

Mi abuelito se veía mucho más joven y saludable que cuando lo conocí y en un momento sacó la cabeza por la ventana para preguntarme si quería seguir adelante. Yo asentí con la cabeza. La camioneta se elevó del suelo y miré hacia la luz. En algún punto yo ya no estaba en la camioneta y mi abuelo ya no estaba conmigo. Me encontraba tan cerca de un amor que me es imposible describir con palabras. He intentado escribir sobre mi experiencia muchas veces, pero me quiebro y no puedo encontrar el lenguaje correcto.

Extraño ese amor. Extraño esa luz. Una gran parte de mí nunca quiso dejar ese lugar y la seguridad que me hacía sentir. En ese lugar no sentía ningún tipo de estrés sino un amor más grande de lo que jamás hubiera imaginado posible. Sentía mucho mayor gozo y alegría que incluso en los mejores momentos que tuve durante mi vida y realmente no quería regresar a mi cuerpo. Si las almas pudieran sonreír, la mía estaba sonriendo y podía dormitar por momentos sin preocupación alguna. Sentí una total y completa confianza en esta experiencia, me rendí absolutamente a ella.

 

Mientras me seguía sumergiendo en la Luz, sentí de repente las plegarias que mi madre, padre, abuelas y un par de mis tías estaban ofreciéndome. Recuerdo que experimenté especialmente la plegaria de mi tía abuela que había perdido a su hija en un accidente automovilístico. Claramente escuché su oración y le rogué a Dios que mi mamá no tuviera que sufrir el dolor que mi tía abuela había pasado al perder a su hija. Esto tocó mi corazón y en ese momento casi puedo decir que quise regresar sólo por su dulce plegaria. Me pareció divertido que no sentí las plegarias de las más castas y religiosas de mis tías, como mi tía Jackie. Creo que más que plegarias lo que sentí fue su amor. Supe en ese momento quién me amaba de verdad y no quería que dejara la Tierra. También supe a quién no le importaba si moría, pero no juzgué esta información. Entendí esta experiencia en su completa totalidad.

 

Una de las lecciones más importantes que la Luz me transfirió es que el amor es lo único que verdaderamente importa. A pesar de que esto puede sonar como una frase hippie o una paráfrasis de los Beatles, el mensaje me inundó en un nivel mucho más profundo. Ninguna interacción que tenemos con otras personas tiene sentido alguno si no hay amor involucrado. Una plegaria no tiene sentido si no hay amor. Un sermón no tiene sentido si no hay amor. Una religión no tiene sentido si no hay amor. La vida no tiene sentido si no hay amor.

Las plegarias de todas aquellas personas que me habían amado se sentían como un viento cálido y gentil deteniendo poco a poco mi avance hacia la Luz. A pesar de que ese amor era dulce y me recordaba mi vida en la Tierra, sus súplicas no saciaban mi deseo de seguir adelante hacia la Luz. Siempre he tenido un alma muy aventurera y esta era la aventura más grandiosa en la que jamás hubiera estado.

Mientras continuaba viajando cada vez más profundo hacia esa fuerza, que era la más benévolamente imaginable, la Luz me indicó que debía mirar hacia abajo y me reveló un río. Justo al lado del río había miles de luces que de alguna manera estaban conectadas a mí. Miré hacia mi propio cuerpo espiritual y me di cuenta cuán largo y lleno de luz se había vuelto. Sabía que me había convertido en algo completamente diferente a esa joven miedosa, harta de la vida que había entrado a la Sala de Emergencias del hospital anteriormente ese día.

La Luz entonces me sugirió regresar a mi cuerpo físico y trabajar como maestra. De hecho, la Luz no sólo me sugirió convertirme en maestra sino más bien me enseñó de alguna manera que no había otra opción para mí. Yo no estaba de acuerdo y quería discutir. Para mí, seguramente esta Luz, que era una fuerza que me amaba tanto, debía saber cuánto había odiado haber crecido en la pobreza y cuánto desearía poder dedicarme a alguna otra carrera mucho más lucrativa que la docencia. Seguramente esta Luz divina sabía que yo era muy tímida y que me petrificaba la idea de hablar en público. Seguramente la Luz entendía que yo era una feminista y quería evitar cualquier tipo de carrera profesional estereotipada o tradicional para las mujeres. A pesar de que no había planeado estudiar leyes inmediatamente después de mi graduación de preparatoria, me imaginaba trabajando en litigios de bancarrotas, impuestos o cualquier otro tipo de leyes que no me requirieran hablar públicamente en una corte.

Tenía tantas preguntas sobre el por qué la Luz necesitaba que yo regresara a mi cuerpo físico y enseñara. Sin embargo, este mensaje sería lo último que viviría en la presencia de Dios y no me fue otorgado ni un segundo más para estar cerca de este amor que era más grande que todo el entendimiento que existe. La idea de mi vida como maestra había sido ahora sembrada profundamente dentro de mi cerebro; era una imagen extrañamente divertida, pero en aquel entonces no comprendía el por qué. La verdad es que yo hubiera preferido quedarme en el otro lado pero no tuve otra opción. La decisión de regresar fue elegida para mí.

La sensación de volver a entrar a mi cuerpo físico fue como ser tragada por una especie de viento oscuro. Me había sentido más viva cuando había estado muerta. Gran parte de la magia, luz y la belleza que vi desaparecieron y mi cuerpo se sentía pesado, drogado y adolorido. No quería sentirme atrapada en la experiencia limitada de mi forma corpórea otra vez con toda mi historia, mis sucesos, mis habilidades para razonar y mis heridas psicológicas y de la infancia.

Fuera de mi cuerpo, no solamente fui yo y algo más grande que yo; estuve conectada a un flujo increíble de información. Durante este tiempo, tuve conocimiento sobre muchas más cosas que lo que esta vida entera de perspectiva limitada me hubiera podido dar. La experiencia de un universo mucho más expansivo y conectado hizo que mi experiencia individual ahora pareciera aburrida o inadecuada. Había logrado estar dentro de las mentes de tantas otras personas y ahora sólo tenía únicamente mi propia mente para procesar la vida.

Derechos Reservados © Tricia Barker 2016

El uso no autorizado o realización de este material sin el consentimiento expreso o escrito del (de la) autor(a) de este blog está estrictamente prohibido. Todos los derechos reservados.

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